lunes, 6 de agosto de 2012

Linda música

Que la vida es más linda con música, es indiscutible. Cualquier actividad que hagas, SIEMPRE, es más placentera con música. Lo que sea: limpiar la casa, cocinar, redactar una demanda, practicar yoga, correr, escalar, manejar, bañarte, cambiarte para salir, previar con tus amigos. ¿O no?

Sin embargo, tarea ardua es decidir qué música escuchar en cada momento. Claramente, uno puede apreciar fácilmente que para yoga no vamos a escuchar la misma música que para previar un viernes por la noche. Pero para manejar por ejemplo, ¿qué escuchamos? O cuando salimos a la mañana para el laburo, ya sea en el ipod o estéreo del auto, ¿qué música ponemos? Las opciones son demasiadas:

Personalmente, yo tengo un humor bastante particular en las mañanas. No un humor de mierda como afirmaría mi madre, sino particular, ya que no disfruto mucho de intercambiar opiniones a primera hora del día. Mucho menos si el intercambio de opiniones refiere a si voy a desayunar cuando está la pava hirviendo, yo echándole café instantáneo a una taza en la mesada de la cocina y las tostadas en la tostadora. No. boludeces no. Ergo, considero que lo único que debe suplantar el silencio en las mañanas, es la música. Por ello, elijo cuidadosamente la que mejor se adapta a cada estado de ánimo. 

Si el día está nublado o especialmente con lluvia, lo más probable es que escuche rock internacional, del bueno. Ese de Pearl Jam, Nirvana, Snow Patrol, Incubus, Pink Floyd. Letras pesadas, instrumentales eternos y perfectos y una melancolía que acompaña al día como una medialuna a un café. Compañía perfecta. Es una de las mejores maneras que encuentro para arrancar un día. 

Hay días que me levanto con las pilas extrañamente sobrecargadas, llena de energía y dinamismo. Para esos días me tiro más por el rock nacional (entiéndase por nacional, hispano hablante), del más nuevo y actual que comprende bandas como Catupecu, Las Pastillas, NTVG, Iván Noble, Fabiana Cantilo, El Bordo, Maná, Calle 13, Jarabe de Palo. Que va desde letras con contenido heavy, hasta otras que tienen más que ver con el pop que con el rock popularmente dicho.

Si a esos días le agrego, además, ese estado insólitamente esperanzador, que roza lo utópico de creer que todo es posible y que la felicidad está a la vuelta de la esquina, desbarranco con melódico en español. Canciones de turno que probablemente nunca admita ante terceros escuchar, pero que por repetición y error termino aprendiéndome de memoria y cantando a gritos en el auto. Bueno, está bien, gritando y aullando, no cantando. (Siempre imagino que los conductores o peatones que me ven deben concluir que estoy para el manicomio, porque le pongo sentimiento a la actuación, eh!).

Hay días que una pseudomelancolía me sorprende la noche anterior. Noches de inspiración, bohemias, de vicios y proyecciones personales que terminan en la nostalgia. Sin embargo, el humor mejora tras una sana noche de sueño y descanso. Muy probablemente esa mañana dé un recital camino al trabajo, pero esta vez pura y exclusivamente de Roxette. ¿A quién no le levanta el ánimo ese memorable "how do you do?, do you do?, the things that you do, no one i know could ever give up on you .. ♪"? Naaa. Es mortal. Sobre todo, si la imaginación te permite viajar por entre las montañas nevadas rumbo a ese lugar en el mundo. Un golazo arrancar el día así. 

También hay días que el placer está en escuchar rock nacional. Del clásico, del viejo, del eterno e inmortal. Charly, Las Pelotas, el Indio Solari, Los Redondos y algunos temas monumentales que entran sueltos ocupando algún lugar de privilegio como Seminare, 11 y 6, Sin tu amor, Media Verónica, etcétera. Qué orgullo y placer, contar con tan terrible música en nuestro patrimonio cultural.

Tampoco puede faltar en mi repertorio matutino el reggae. Qué pedazo de género tan intenso. Involucrando letras de protesta o folk hasta el amor más puro, simple y romántico. Las letras más románticas las he escuchado del reggae y no de Axel, Cristian Castro o Luis Miguel. El amor verdadero aparece en el reggae. Un claro (y el mejor en lo personal) exponente es Cultura Profética. Una tremenda banda costarricense liderada por su cantante Willy, portador de la voz más dulce que he escuchado en mi vida. Tuve la oportunidad de verlos en vivo, un lujo. Exquisito. También elijo en este género a Dread Mar i, Los Cafres, Nonpalidece, Bob Marley. Todas (salvo la última) bandas que, afortunadamente, he visto en vivo y no tienen desperdicio alguno.

Por último, me queda incluir en mi lista de géneros preferidos a los cantautores. Por lo general, me refiero a aquellos de letras pesadas, oscuras, sentidas, melancólicas y tristes que, si no estás adecuadamente centrado en vos mismo, podrían llevarte a hacer desastres con un tramontina. Para mí, son poetas. Entre ellos: Joaquín Sabina, Alejandro Sanz, Enrique Bunbury. Autores de una sensibilidad deliciosa, creadores de historias narradas en lo que dura una taza de té. 

En fin, entre ellos y con ellos, viajo a lo largo de las mañanas y días. Degustando una realidad paralela, de paz y tranquilidad, para intentar comenzar con armonía el día. Y con una sonrisa, el mejor maquillaje.