Tiempo. Amigo y enemigo de todos. Tiempo fugaz, tiempo eterno. Tiempo de risas y alegrías, que en un santiamén queda en el pasado. Tiempo de lágrimas y tristezas que en un par de siglos, cicatriza. Tiempo que corre, tiempo que vuela. Tic tac eterno y desgastante. Agujas que no dan vueltas al reloj. Segundos de ocio, años de oficina.
Tiempo inquieto, que se escurre entre las manos de los que ríen. Paz efímera y volátil que se deshace.
Tiempo pesado, que se acomoda en las mochilas de los que no saben (ni quieren) leer el reloj. Tiempo inmortalizado en una fotografía sin tiempo.
Minutos que van y vienen. Que se roban, que pierden, que lastiman.
Horas que despiertan, que resplandecen, que revolotean.
Tiempo que juega ala ruleta rusa (con cinco balas). Tiempo que no calla, que desespera, que no pasa.
Momentos de revoluciones internas, viajes en trance, meditaciones eternas.
Años de espera en la estación sin saber a qué tren subirse.
Siglos de naufragio, sin remos, a voluntad del viento de agosto.
Tiempo que no negocia, que no coimea, que no se corrompe.
No es el tiempo, sino la percepción que hacemos de él, lo que (me) enloquece.