Cuenta la historia, según se narra en el capítulo 11 del Génesis de la Biblia, que después del diluvio todos los hombres del mundo, que hasta ese momento hablaban una misma lengua, pretendieron construir una torre para alcanzar el cielo y evitar así estar dispersos en la Tierra. Mientras tanto, Yahveh, para destruir el éxito de la edificación y debilitar a este gran grupo de pobladores -que se volverían imparables en el logro de sus objetivos si alcanzaban su cometido-, hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes lenguas. Así comenzó a reinar entre ellos la confusión y el caos -al no poder comunicarse ni entenderse- y se dispersaron. A esta Torre la llamaron Babel o Babilonia.
Mito o realidad, lo cierto es que nadie puede negar la fuerza de la comunicación y el entendimiento. Nadie puede negar la importancia del intercambio de ideas entre aquellos que pretenden alcanzar sus objetivos -algún objetivo, cualquier objetivo-. Nadie puede negar tampoco lo vapuleada que está la comunicación hoy en día y el conflicto -y estrés- que genera "ponerse de acuerdo".
Hoy ni siquiera dentro de cada país se habla un mismo idioma. Hoy cada individuo construye solo y egoístamente su propio lenguaje y le da al existente el significado que más le gusta y le conviene (-porque "prohibido estacionar", "no tirar basura en la vía pública" y "apagar el celular al inicio de una película en el cine" no significan lo mismo para todos-). Hoy el individualismo destruye la comunicación y la falta de comunicación destruye al hombre. La mayoría de los mortales se vuelven débiles y sin esperanzas ni sueños. Otros -aquellos pocos que se aprovechan del poder circunstancial que los rodea- se vuelven más fuertes y avasalladores (alcanzando el máximo en la Escala de Richter).
Lo cierto es que cada uno tira de la cuerda en dirección opuesta a la de los demás tratando de imponer sobre el resto su camino, su objetivo, su felicidad. Me pregunto ¿en qué momento perdimos el hilo conductor que nos lleva a todos a escribir la misma historia? ¿en qué momento nos dejamos amedrentar por la vorágine de la realidad que nos golpea hasta dejarnos sin aliento? ¿en qué momento decidimos perder la batalla del respeto y de la cordura?
¿Por qué si comprendemos el lenguaje de las miradas, los ademanes y señas nos cuesta tanto comprender el lenguaje de las palabras? ¿Por qué nos convertimos en grabadoras que reproducen voces sin almas?
De pronto nos vimos jugando un juego peligroso con reglas impuestas que no todos quisieron jugar. La realidad se tornó sucia y escabrosa. Es difícil distinguir lo que sirve y lo que no. Es difícil escapar de esta gran bazofia que nos acorrala en cada esquina. Es difícil descubrir el sentimiento que esconde cada palabra y es difícil encontrar sinceridad en una mirada.
Hoy reinan la confusión y el caos -no sólo en Babel sino en todo el mundo-. Hoy reinan la violencia y la agresión. Hoy reinan el egoísmo y el narcisismo. Hoy se hace cada vez más complicado comunicarse -en cualquiera de sus formas- con todos los que nos rodean.
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Nota: Qué gran película "Babel" de González Iñárritu. Una verdadera obra maestra.
Mito o realidad, lo cierto es que nadie puede negar la fuerza de la comunicación y el entendimiento. Nadie puede negar la importancia del intercambio de ideas entre aquellos que pretenden alcanzar sus objetivos -algún objetivo, cualquier objetivo-. Nadie puede negar tampoco lo vapuleada que está la comunicación hoy en día y el conflicto -y estrés- que genera "ponerse de acuerdo".
Hoy ni siquiera dentro de cada país se habla un mismo idioma. Hoy cada individuo construye solo y egoístamente su propio lenguaje y le da al existente el significado que más le gusta y le conviene (-porque "prohibido estacionar", "no tirar basura en la vía pública" y "apagar el celular al inicio de una película en el cine" no significan lo mismo para todos-). Hoy el individualismo destruye la comunicación y la falta de comunicación destruye al hombre. La mayoría de los mortales se vuelven débiles y sin esperanzas ni sueños. Otros -aquellos pocos que se aprovechan del poder circunstancial que los rodea- se vuelven más fuertes y avasalladores (alcanzando el máximo en la Escala de Richter).
Lo cierto es que cada uno tira de la cuerda en dirección opuesta a la de los demás tratando de imponer sobre el resto su camino, su objetivo, su felicidad. Me pregunto ¿en qué momento perdimos el hilo conductor que nos lleva a todos a escribir la misma historia? ¿en qué momento nos dejamos amedrentar por la vorágine de la realidad que nos golpea hasta dejarnos sin aliento? ¿en qué momento decidimos perder la batalla del respeto y de la cordura?
¿Por qué si comprendemos el lenguaje de las miradas, los ademanes y señas nos cuesta tanto comprender el lenguaje de las palabras? ¿Por qué nos convertimos en grabadoras que reproducen voces sin almas?
De pronto nos vimos jugando un juego peligroso con reglas impuestas que no todos quisieron jugar. La realidad se tornó sucia y escabrosa. Es difícil distinguir lo que sirve y lo que no. Es difícil escapar de esta gran bazofia que nos acorrala en cada esquina. Es difícil descubrir el sentimiento que esconde cada palabra y es difícil encontrar sinceridad en una mirada.
Hoy reinan la confusión y el caos -no sólo en Babel sino en todo el mundo-. Hoy reinan la violencia y la agresión. Hoy reinan el egoísmo y el narcisismo. Hoy se hace cada vez más complicado comunicarse -en cualquiera de sus formas- con todos los que nos rodean.
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Nota: Qué gran película "Babel" de González Iñárritu. Una verdadera obra maestra.