lunes, 17 de mayo de 2010

Espera - 'n - do

Cansada de esperar esta espera inesperable. (¿En qué momento, me pregunto, se tornó inesperable?).
Agotada y sin risas voy, me muevo, ¿avanzo? a veces creo que sí, muchas que no.
Esperanzada me encontraba aquél día cuando mis oídos escucharon tus palabras, cuando mi corazón galopaba a mil, cuando sólo mi ansiedad corría por mis venas.
De repente ese amigo gris que se ríe nuevamente en la cara y apaga la luz y la sonrisa y calma ese cruel galope.
Palabras esquivas. Miradas perdidas. Caricias desencontradas. El mismo futuro (intolerable).
Viejos recuerdos golpean mi memoria y ya no sé qué pensar. ¿Hasta cuándo así?
Siento un laberinto en mi interior y aunque veo luz, la salida está cada vez más lejos, cada vez más escondida. Siento miedo. Siento bronca. Siento resignación. Siento muchas ganas.
Cansada estoy, también, de soñar despierta, de dormir soñando, de ver caer los sueños rotos, de ver que otros los pisotean.
Una y mil veces me pregunto ¿por qué? Y la falta de respuesta me atosiga.
Desvarío pensando en re-tenerte, despierto sabiéndote perdido.
A un costado de la ruta estoy, esperando (en do), que las respuestas aparezcan, que las puertas se abran, que la luz se mantenga encendida, que el ruido del galope intermitente llegue a causarme escalofríos, conforme lo quiera el destino.



miércoles, 12 de mayo de 2010

Bicentenario sin emoción

Se acerca el 25 de mayo. Se alejan la emoción y el entusiasmo. Se acerca el bicentenario. Se aleja el ánimo festivo. Se acercan 200 años de Patria. Se aleja el sentimiento patriótico y el orgullo albiceleste, en cambio, se acerca la vergüenza nacional. Cada día estamos más cerca del pañuelo que absorbe nuestras lágrimas -y nuestro grito de bronca- y más lejos de la escarapela.

Se suponía que el 25 de mayo de 2010 no iba a ser una fecha más en la vida de los argentinos. No. Se suponía que sería un día -una semana, un mes, un año- de festejos, de recuerdos traídos de la infancia -y de las revistas Billiken y Anteojito- a fin de emocionar el corazón hasta del más insensible. Pero resulta que el corazón de todos está más sensible que nunca en la historia de nuestro país, tanto, que se aproxima más a un iceberg del Atlántico Sur que a una calurosa fiesta patria. Para dentro de cien años quedarán los festejos que la ocasión amerita -rebosante de empanadas criollas, sopaipillas calientes, pastelitos fritos y un buen locro humeante hasta con tripas de cerdo (?)- porque este bicentenario está muy lejos del ánimo que requiere una celebración. ¿Acaso no somos varios los que hasta dudamos de la geniunidad de esta fiesta? ¿Qué negocio sucio están tratando de ocultar? Tantas barrabasadas en el prontuario aniquilan la ingenuidad de cualquiera.

A lo lejos se escucha la llegada del 25 de mayo, pero sin bombos ni platillos. Es una llegada silenciosa, oscura, casi temerosa. Es una llegada que confundió la fecha de arribo para entrometerse en uno de los peores momentos de la historia de nuestro país, de nuestra Patria. [Me pregunto qué pensarán Belgrano, San Martín, Sarmiento de nuestro país y se actuarían distinto conociendo el futuro]. Es la época de la mentira, de la corrupción, de las leyes de Maquiavelo, de la soberbia, de la avaricia, del resentimiento y de la locura.
Palabras que exceden los ánimos de cualquier festejo. Palabras que no quiero que formen parte de mi Patria.

¿En qué nos hemos convertido? -¿pasado?- o ¿en qué nos estamos convirtiendo? Somos marionetas del gobierno de turno que actuamos mecánicamente conforme la situación que nos rodea sin comprender que somos nosotros los que debemos crear y construir el escenario en el que queramos actuar. Nos dicen que festejemos y ya estamos preparados para salir a la calle vestidos de señores con galeras altas, bigotes postizos y relojes de bolsillo o mazamorreras. Pero ¿hay motivos para festejar? ¿es posible olvidarse aunque sea ese día -el 25- de las mentiras del Gobierno, del Indec, de los grupos piqueteros, de los sindicalistas, y de todos aquellos que impunemente están destruyendo el país? A mi ni siquiera me nace usar la escarapela -menos aún pintarme la cara de negro con un corcho quemado-. ¿Es posible que hasta el festejo por los doscientos años de historia, que debería ser de todos, haya sido acaparado por ellos -los oficialistas-? ¿Es posible politizar incluso el sentimiento que compartimos todos de ser argentinos? Para este Gobierno que no conoce de límites ni fronteras todo es posible.

En mi caso este 25 de mayo pasará como un día más. Sin festejos -no hay motivos- ni sopaipillas ni locro ni galeras, rogando, por y para la Patria, que este Gobierno se aleje cuanto antes del poder. Ese, y sólo ese, es mi pensamiento patriótico del bicentenario.

jueves, 6 de mayo de 2010

Sentimientos no encontrados

Quiero gritar, quiero llorar, quiero correr kilómetros y kilómetros sin parar, sin mirar atrás. Quiero creer que hay un motivo, que nos sobran los motivos. Quiero encontrarme en su mirada. Quiero reír a carcajadas hasta que me duela la panza, hasta terminar de espaldas en el piso, como cuando era chiquita. Quiero volver a tener 9 años. Quiero dejar atrás los pensamientos que carcomen mi cabeza, que lastiman mi corazón, que se roban mi alma. Quiero vencer los miedos que me acechan cada día, cada instante. Quiero escapar de todo y de todos. Quiero volar hacia lo desconocido y encontrar allí la felicidad. Quiero que lo desconocido sea igual a mis 26 años. Quiero levantar una piedra y encontrar un camino. Quiero levantar un muro. Quiero cruzar una muralla. Quiero ver en la bola mágica de alguna bruja barata que sonreímos juntos. Quiero la grandeza de lo simple, la simpleza de grande. Quiero todos esos pequeños momentos. Quiero conformarme con lo que quiero. Quiero un poquito, nada más. Quiero encontrar lo que busco. Quiero buscar lo que quiero. Quiero mi cabo verde esperanza. Quiero entender por qué vale la pena respirar el aire que respiro.