domingo, 30 de enero de 2011

A o B

No puedo dejar de pensar en las decisiones que tomamos a diario. No hablo de decisiones importantes como "qué estudiar", "dónde comprar un terreno para construir una vivienda", "a qué cole mandar a un hijo". Me refiero a las pequeñas decisiones que constantemente tomamos, sin siquiera darnos cuenta de ello, pero que tienen el mismo peso que las decisiones importantes, porque marcan, de la misma manera, el curso de nuestras vidas.

Hablo de decidir tomar un camino y no otro para ir al trabajo, del asiento que elegiste tomar el primer día de facultad, del super donde hacés las compras, de la hora en la que hacés las compras, hablo de ese mensaje de texto que no sabés si mandar o no, de ese mensaje que enviaste y de aquél otro que decidiste borrar un segundo antes de presionar la tecla "send". Hablo de decidir volverte a tu casa a buscar eso que te olvidaste, modificando el horario normal de tu rutina y cambiando así el curso de las acciones siguientes. Me refiero a tomar un colectivo y no otro, a quedarte dormido en ese colectivo y bajarte varias paradas después, de ir a ese bar que nunca antes habías pisado, de la cola que hacés en el banco en ese momento del día y de las miles de decisiones que tomamos en un segundo y que van creando nuestro presente, como un gran edificio al cual se le van colocando los ladrillos apilados a la velocidad de la luz.

La pregunta es ¿cuál es el tope? ¿cuándo llegamos a la cima? ¿son firmes estos cimientos? De pronto nuestro día avanza, nuestra vida avanza y no sabemos si somos nostros los que llevamos las riendas o es la vida, que inconscientes, nos lleva hacia donde ella se le antoja, porque seamos sinceros, esas decisiones dependen más del azar que de nuestra razón. Y sin embargo, definen el curso de nuestras vidas.

A veces, ante una decisión pequeña pero de peso, me tomo un segundo para pensar cuál es la mejor opción, pero nunca encuentro respuesta y termino actuando por instinto y preguntándome si esa era la mejor manera de proceder. Y me meto en un embrollo de nunca acabar y de nunca conformarme. Ayy dios ! Qué lindo sería tener un manual que te diga "hacé esto" .. simple, sencillo, sin opciones, cosa de no tener la posibilidad siquiera de cuestionarte si lo que hiciste estaba bien o mal, o, mejor dicho, si era lo mejor o no. Pero no, ahí tenemos que andar nosotros, solos con nuestra alma, eligiendo en el mejor de los casos entre dos opciones (si no son mil) y quedándonos con la duda de "¿qué hubiera pasado si en lugar de doblar por acá, hubiera tomado aquella otra calle?". Siempre la maldita duda que carcome el cerebro (al menos de las mujeres) hasta llevarte, a veces, a un estado de irritación total. Como ahora.