jueves, 15 de abril de 2010

El pájaro canta hasta morir

Quiero compartir con uds. algunos pasajes del libro homónimo a este artículo del escritor australiano Colleen McCullough. Es un libro fantástico. Con una historia genial. Escrito de manera perfecta. Utilizando los adjetivos exactos para hacer volar la imaginación y transportarse a ese escenario. Para conocer las caras de los protagonistas. Para sentir simpatía, empatía y antipatía por ellos. Es un libro fantástico. De esos que quedan grabados por siempre en la memoria y que generan una leve sonrisa cuando se los menciona acompañados por una sensación de ¿paz? ¿tranquilidad? ¿relajación? Sí, todo eso. Aunque debo confesar que descansó en mi mesita de luz por más de un año porque era largo y con letra chiquita -y sin pies de página que lo acorte-. Me asustaba tardar un año entero para terminarlo. Nada más alejado de la realidad. En dos-tres semanas ya lo había terminado y enamorado de su historia.

"Hay una leyenda sobre un pájaro que canta sólo una vez en su vida, y lo hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra. Desde el momento en que abandona el nido, busca un árbol espinoso y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles ramas, se clava él mismo en la espina más larga y afilada. Y, al morir envuelve su agonía en un canto más bello que el de la alondra y el del ruiseñor. Un canto sublime, al precio de la existencia. Pero todo el mundo enmudece para escuchar, y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con grandes dolores ... Al menos así dice la leyenda."

"Cada uno de nosotros llevamos algo dentro que no se puede negar, aunque nos haga gritar hasta morir. Somos lo que somos, y eso es todo. Como la vieja leyenda celta del pájaro que se clava en una espina y canta hasta que muere. Porque tiene que hacerlo; es un impulso invencible. Nosotros podemos saber que una cosa es mala, incluso antes de hacerla, pero este conocimiento no puede influir ni cambiar el resultado, ¿verdad? Cada cual canta su propia canción, convencido de que es la más maravillosa del mundo. ¿No lo ves? Nosotros creamos nuestras propias espinas, y no nos paramos a pensar lo que nos cuesta. Lo único que podemos hacer es soportar el dolor, y decirnos que valía la pena."

"El pájaro con la espina en el pecho sigue una ley inmutable; algo escondido lo impulsa a clavársela, y muere cantando. Cuando penetra la espina, no siente llegar la muerte; simplemente canta y canta hasta que no le queda vida para emitir otra nota. En cambio, nosotros, cuando nos clavamos la espina en el pecho, sabemos lo que hacemos. Lo comprendemos, Pero lo hacemos. Lo hacemos a pesar de todo."

¿No es fantástico? ¿No son totalmente hermosas estas palabras? ¿No solemos clavarnos espinas todo el tiempo, soportando el dolor, por razones vagas y difusas que ni siquiera podemos explicar? ¿No solemos llorar y sufrir más de lo que sonreímos?


martes, 6 de abril de 2010

Entre la vida y la muerte

Acabo de ver el documental "La Sociedad de la Nieve" hecho por los 16 sobrevivientes uruguayos del avión que cayó en la Cordillera de Los Andes cuando iban a jugar un inocente partido de rugby a Chile. Es realmente impactante. Recuerdo haber visto la película "Viven" -que popularizó esta historia en los años '90- cuando era más chica y nunca tomé real dimensión de lo que vivieron esos muchachos. Hoy entiendo que eran chicos de tan sólo 19 años que por primera vez se subían a un avión con toda la adrenalina propia de la edad en lo que sería un viaje de pura diversión. Entiendo también que ese fue su primer contacto con la nieve. Entiendo que encontraron la peor tragedia que nunca imaginaron vivir. ¡Cuánta crueldad e ironía hay en esta historia!

Me transporto a mis 19 años y no puedo dejar de ver la inmadurez que me caracterizaba -que caracteriza a todos los de esa edad-, donde la mayor preocupación es la ropa que te vas a poner el fin de semana en las mujeres, las minas que te vas a levantar en los hombres, si la plata te alcanza para ponerte en pedo uno o dos días a la semana en ambos y, a veces, si sos un poco traga, ese parcial que estás por rendir -y que si no aprobás se termina el mundo-. La preocupación de ellos era ovalada y usaba minifaldas.

De pronto, de un momento a otro, todo cambia para no volver a ser lo que era nunca más. Un segundo y estás viviendo otra vida. Una vida que no elegiste, pero de la que no podés escapar. Una vida dura y llena de complicaciones que ni la sabiduría de los abuelos puede resolver. Una vida sin vida. Una vida con olor a muerte. Repito: ¡cuánta crueldad en esta historia! Imagino ese parpadeo que marcó el final de una etapa y el comienzo de otra y se me pone la piel de gallina. Imagino el momento en que abrieron los ojos y todo se tiñó de blanco a sus alrededores .. y también de rojo. Imagino personas agradeciendo estar vivas y maldiciendo por los que están muertos. Imagino el frío, el viento, las llagas en la piel, olores nauseabundos, hambre, desesperación, bronca, resignación, dolor físico, psíquico, dolor del alma .. todo en una inmensidad que te hacer ver y sentir como el ser más ínfimo de la Tierra .. aunque esos dolores, esa bronca, hambre, ese frío son tan o más grandes que la Cordillera entera.

De pronto la visión que uno tenía del mundo se amplía y te das cuenta que no pasa nada si no te podés comprar la remera que te gusta, si en vez de cinco fernet te comprás sólo dos o si rendís mal un final. Los valores se reacomodan de un sacudón. Nada vale más que el abrazo de un ser querido, un plato de comida caliente hecha por mamá o esas palabras de aliento y confianza que cada tanto recibimos de los amigos y la familia.

Me pregunto ¿qué pensar en ese momento para sobrevivir? ¿qué todo pasa por algo? ¿qué Dios sabe por qué hace las cosas? ¿o es mejor buscar fuerza en el llanto de la familia quebrada que añora estar viviendo una pesadilla? ¿o en la vanidad que vive en los hombres que nos hace creernos omnipotentes y todopoderosos en algunas situaciones? Sólo ellos saben lo que sirve y lo que no sirve en ese momento. Sólo ellos vivieron no sólo la experiencia de sobrevivir a la caída de un avión sino también la odisea de sobrevivir 72 días en plena Cordillera sin equipaje, alimento y conocimientos necesarios. Sólo con 19 años y mucho valor.

Y profundizando en esta cruenta historia llegamos al momento en que tuvieron que decidir comer a sus amigos para sobrevivir. No estoy hablando de comer carne humana. Estoy hablando de comer a tu amigo. El que inició el viaje con las mismas expectativas que vos: buscar -y encontrar- diversión. El que conocés desde que eras chico. El que murió por no estar sentado en el asiento que ocupaste vos. ¡Por Dios qué duro! De nuevo, me conmueve la valentía de estos muchachos que en todo momento demostraron ser verdaderos hombres.

Luego, escuchar por la radio -¿cuán real es lograr hacer funcionar una radio?- que la búsqueda cesaba porque debían estar muertos. La vida se burlaba de nuevo y los declaraba cadáveres. ¡Cuánta desesperación, cuánta bronca, cuántas lágrimas derramadas y congeladas en las gélidas noches apenas vividas! Luego, decidir emprender una expedición para llegar a un lugar verde, donde la vida vuelva a ser vida, pero sin poder planear más de dos metros por delante ni de la próxima roca que toca pisar. Caminar, arrastrarse, caerse y volver a levantarse -¿cuántas veces ya?- en el medio de la nada, donde los ojos arden y las manos y pies se gangrenan. ¿Cuántas noches puede durar una pesadilla .. -una pesadilla llena de paz y belleza natural-?

De pronto el arriero y su choza demuestran un acercamiento a la civilización -me pregunto si llamaríamos civilización a esa choza y a ese arriero si lo viéramos al costado de la ruta en cualquier viaje de placer-. Seguro que en ese momento representó más civilización que la vivida en la cima de la montaña durante más de dos meses.

De pronto, volver a nacer. Sentimiento sentido infinidad de veces en 72 días y que muchos no logran experimentar ni siquiera una vez en la vida -¿suerte o tragedia?-. Besos y abrazos por fin concretados para algunos .. e infinitamente soñados para otros. Realidad desencajada. Ilusiones destruídas. Infancias perdidas. Enseñanzas encontradas. Sentimientos nunca sentidos y sentimientos que nunca más se volverán a sentir. Paz traicionera. Dejar atrás esos días transcurridos entre la vida y la muerte -más cerca de esta última- y volver a empezar. El primer paso. Miedos vencidos. Miedos surgidos. Broncas acumuladas. Arrugas en la cara. Locura compartida. Sonrisas dibujadas sobre sueños pisoteados. Sabiduría pesadumbrada e involuntariamente adquirida. Y un coraje y una valentía capaz de vencer el rugir de toda una Cordillera.