miércoles, 16 de marzo de 2011

Ningún lugar

¿A dónde van las preguntas que no tienen respuesta? ¿las que se callan, las que se ocultan, las que se pierden? Quizá sea el miedo a oír la respuesta el responsable de que terminen acumuladas en un rincón, cubiertas de polvo y de angustia, pero presentes, siempre presentes y deambulando de un lugar a otro por nuestras cabezas.

¿A dónde va la esperanza por los objetivos no alcanzados, por los sueños no vividos, por la risa no contagiada?
¿A dónde va el tiempo desperdiciado, mal aprovechado, mal gastado? ¿y los minutos en blanco que detienen nuestro cuerpo y mente pero no nuestro reloj?
A veces pienso que puede ser la pereza la responsable de tal disparate. Como cuando decidimos quedarnos en el mismo lugar, rodeados de lo conocido, y no salimos a recorrer esos nuevos caminos que se inician enfrente nuestro, con un poco más de curvas quizás, pero con muchas más emociones, eso seguro. ¿Por qué no corremos tras esos sueños, esas risas, esas satisfacciones personales que tanto ansiamos? ¿Qué nos lo impide?

¿A dónde van los besos inertes nunca dados, los abrazos rotos jamás terminados, los cariños paralizados en el cuerpo de quienes los ocultan? Supongo que puede ser la cobardía la que nos mantiene inmóviles, temerosos, frágiles, sin poder avanzar. Como un niño de 5 años el primer día del jardín de infantes. Como un niño de 5 años la primera vez que duerme solo en su cuarto con la luz apagada. Como un niño de 5 años. ¿Por qué nos cuesta tanto dejarnos llevar por los sentimientos en búsqueda de nuestra felicidad? [Sí, esta la sé: por el miedo a ser lastimado. ¿Hay riesgos que vale la pena correr? No, esta no la sé].

¿A dónde van los pensamientos que se pierden en nuestras cabezas, las razones no fundadas (las sinrazones meditadas), las ideas nunca expresadas? Quizás deambulan por los pasillos de un laberinto que no tiene puerta de escape, por ese eterno resplandor de una mente sin recuerdos, intentando salir (actuando como si quisiéramos dejarlos salir). ¿Por qué simplemente no fluyen, traspasando todo tipo de filtro? ¿Qué nos lo impide?

¿A dónde van los gritos enmudecidos, la bronca contenida, la ira acumulada? ¿A dónde va la rabia que no descargamos sino que amontonamos y a veces necesitamos?

¿A dónde van las promesas no cumplidas (las tuyas, las mías), las lágrimas derramadas (y las que nos negamos a derramar), las heridas no cicatrizadas? (pregunto: ¿son las cicatrices marcas de sanación o de heridas eternas?) ¿y las verdades disfrazadas (mal disfrazadas), las mentiras mentirosas, las que lastiman, las que enfurecen, las que entristecen hacia dónde van?

De pronto, muchas sonrisas comienzan a esfumarse y el frío es cada vez más frío, y quema y hiere (¿quedará nuevamente una cicatriz?). De pronto las cabezas giran, de un lado a otro, sin decidirse qué dirección tomar. (¿Quién es el que decide el miedo o la valentía?).

¿A dónde?! ¿A dónde va todo lo que no liberamos, lo que ocultamos, lo que callamos, lo que ignoramos?! ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Hasta cuándo?

¿Quién sabe dónde está el norte? Lo decidamos nosotros, con valor.