Que la muestra de afecto siempre vale la pena y que cuando salen de tu boca palabras ácidas, oídos de acero.
Que no pretendas que tus insultos azarosos desafíen mi inteligencia. Sé callarme la boca. Sé congelar mis sentimientos. No sé dejar de ignorarte.
Pueden caer mil lágrimas por mis mejillas, puedo doblegarme y resistir, pueden entrecortarse mis palabras, pero nunca de mi boca saldrá esa melodías que deseas recibir.
Pero ¡ojo! el veneno que endulza y hiere mis labios no es a mi voluntad.
Me entristece en el alma tanta distancia. Me anuda mi pecho tanta cobardía. Me endurece mi corazón tanta sinrazón. Me desvela por las noches tanto miedo.
¿Cómo dejar atrás tantas ausencias? ¿Cómo sanar mil latidos de carencias? ¿Cómo demoler de mi mente tanto rencor?
Cansada me encuentro hoy de tanta amargura acumulada. Mis oídos se cansaron de ser estación de falsos lamentos. Mi cuerpo no responde a tanto daño perpetrado. Mi sonrisa es una triste ilusión.
Cuando los golpes provienen de quien uno no espera, golpean más .. como contra un cuerpo desnudo y mojado (como contra un alma inocente y descobijada).
Desde abajo, como miro hoy, mis ojos entumecidos meditan en el horizonte ermitaño. Sin prisa y sin máscara. Sin sueños y sin compasión. Sin brillo y con dolor.
Tu hija.